domingo, 15 de enero de 2017

Pienso en ti

Me atrapó el insomnio, soy el pez de su red, señor pescador. Mi cuerpo se mueve en la cama, porque no puedo dormir. Es inutil evitar pensar en ti. Si hasta parece que mis sábanas me ataran. Ya quemé mi almohada. Tú no te das cuenta. Si hasta creí que me leías la mente, que tus ojos me hablaban, que tenías gestos conmigo, que te acercabas para mirarme, pero no es así, o eso creo. Estos temblores mios son cosa de locos, un problema  en el checo. Cuando te escucho hablar, presiento tu encuentro. Así como el cura invoca al Espíritu Santo para que descienda sobre el altar, así siento tu voz descender sobre mí. No importa si tú no lo quieres, si mi deseo te estorba, si tu mente está lejos de mi nombre, no importa nada de eso. Importa que mis ojos se han hundido más de lo que tus palabras en mi pecho. Cuando me saludas, mi ropa me habla. Del cuello de mi camisa se oye una vocecita con voz de algodón que dice: "¡Ataca!". Y me río, sí. Y durante el tiempo que pueda busco señales en tu cuerpo, algo que me hable de ti y por ti, porque desde que te conocí, sigo preguntándome cosas como si existe una flecha traslúcida, inmaterial, con la que me apuntes. ¿Existe? No, no. Creo que si existe una flecha entre los dos, apunta desde mí hacia ti. Es una mala intepretación de mi parte. No estoy seguro. Ah, pero esto es emocionante. Esta inseguridad no me deja dormir, me tiene como un pez recién cazado, pero evita que duerma durante mis horas de trabajo. Ayer miré fijo a tus pupilas y espié tus dedos, los anillos que usas en las mano derecha. Me pregunté si estabas comprometida, el tipo de pregunta que no te haría jamás, no a esta distancia. Me sentí un perro por querer olfatear tu cuerpo justo antes de que me invada el miedo a ser descubierto. Y me sentí feliz cuando me acompañaste a ascender a los cielos, aunque un ángel nos vigiló, cuando bien sé que imaginaba que tú querías que ascendieramos solos. Pero eso no lo sabré jamás. No voy a arriesgarme a preguntarte si eso fue verdad. 

Cuando te pones en pie para saludarme o dejas de hacer cosas por eso, yo me siento un dios, como si tú quisieras decirme algo con eso. Ah, ¡qué incertidumbre! Soy el pez en la red del señor pescador. Estoy dentro de un cubo de hielo. Cuando me hablas es distinto. Eres el sol. Cuando me hablas comienza la guerra y tengo que salir ganando. Alguna que otra vez, durante la batalla, tus balas golpearon mi pecho pero me reviviste con tres besos para seguir jugando. ¿Aquellas fueron señales de tu amor por mí, o de tu amistad irreverente? Ayer frenaste de golpe y sentí el choque mientras me revolcaba en mi cama, mi red. De nada me sirvió desnudar tu belleza porque la neblina tapaba tu cuerpo. Aquello fue tremendo. Aullaron los perros a mi alrededor. Admito que cuando te despediste, me puse rojo. Ganaste.

Al teclado

¿Qué haces? Me tomo un chilcano. Qué rico. Yo aburrida en el hotel. Mi día ha sido horrible, qué feo, en verdad. Qué horrible, qué feo!. Sí, jajaja. Jajaja. ¿Y qué es esa música, hombre raro? Chopin. ¡A su!, música clásica, hombre raro. Cuéntame, ¿qué pasó? Nada, solo que en el bus hubo una pelea entre dos pasajeros y me asusté horrible, feo, horrible, en verdad. Alucina que tuvo que intervenir la policía. ¡A su! Sí, oye, horrible. Qué mal. ¿Qué te pasa? Nada. Solo estoy... un poco cansado. ¿Quieres que hablemos en otro momento? No, no, está bien, disculpa. Es que... ¿Qué pasa? ¿Por qué se peleaban? ¡Esos dos locos! Imagínate que se peleaban por una chica... ¡...!!!!... ¿Por una chica?... ¡Sí...! ¡Qué coincidencia!... ¿Qué...? Nada. ¿Te parece si mejor hablamos el lunes? Bueno. Que descanses. Tú también. Cuídate, hasta el lunes. Chau Fer.

jueves, 12 de enero de 2017

Lo indecible

De todas las cosas en que pienso, encuentro un especial placer, que muchas veces me hace reir, en aquellas que no puedo expresar abiertamente. Aquellas que se esconden en mi silencio, en mi perdición. Otras, en lo que algunos llaman "hipocrecía".

Solo ponte a pensar si esto no es algo que tú y yo tenemos en común. ¿También tuviste que ahorrarte los comentarios? 

Lamentablemente, o quizá no, toda palabra tiene una vía de escape que prescinde del sonido. Se vale de otros sentidos distintos al oido. Los ojos, por ejemplo, a veces se convierten en manantiales de cristalinas emociones que se derraman y sin embargo, necesitan del observador atento y elegido. Las manos no son diferentes. Entre sus muchos usos, prefiero el modo de decir las cosas con una seña, una pose, una abreviación, un símbolo. ¿Acaso alguien dijo "caricia"?

La vez que eché a volar mis palabras, las palabras tropezaron y cayeron de golpe y no pararon hasta que un hombre adulto tuvo piedad y me interrumpió, creó el orden pero cuando giré mi rostro hacia atrás, ya todo era recuerdos, yo ya había aprendido la lección, la lección de callar, de no abrir boca, manos, de no abrir el corazón, sino esperar la suerte de encontrar una pesona que entienda mis gestos, porque tengo fe, la hay, quizá más de una, las hay. O deben haber.

Sobre el aire no diré nada más, solo que hay mucho que te quisiera contar, pero no puedo. Me contentaré con mirarte y esperar tus ojos, a que tu mirada le de pie a la mía para conversar.

martes, 29 de julio de 2014

Rezo

Seis de la tarde, Ferreñafe, 1996, casa de los Guillermo Uypan.

-Padre Bendito, Padre Altísimo, Tú que estás en los cielos y Tú que cuidas de tu creación, observándonos y librándonos de todo mal Padre Señor, te pido que con tu fuerza gloriosa expulses de este cuerpo de Doña Rafaela Uypan Casiano a toda mala energía, a toda alma maldita pecadora que osa entrar en tu hija Rafaela. Expulsa al diablo de aquí Señor. Ella es tu hija Señor, ella es tu hija, amado Señor. Protégela. Líbrala de todos los males y ten piedad de su alma, amado Señor y Padre Nuestro. Límpiala de todo pecado y acércala a tu divina misericordia para que el demonio no la tiente y pueda ser libre nuevamente en tu bendito y divino amor Señor Padre Misericordioso.

Don Pedro tomó un breve descanso para estirar los brazos, lanzando sus puños al cielo como expulsando la mala energía de su propio cuerpo. Bebió agua bendita y se dirigió nuevamente al cuerpo anciano de Rafaela:

-En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, yo te ordeno Lucifer, que dejes el cuerpo de nuestra hermana Rafaela Uypan Casiano, viuda de Guillermo y te resignes a arder en el fuego eterno, que es morada tuya y de los impíos, de los impuros. Lárgate de aquí Satanás, deja a nuestra hermana Rafaela en paz. Vete y nunca vuelvas, no vuelvas más por acá....

Doña Rafaela, cuya piel arrugada era un espanto de mordiscos y chupetones propinados, a toda vista por el mismo diablo, comenzó a retorcerse y a gemir en su cama, rodeada por los hombres y mujeres miembros del grupo de oración "Carismático" en medio de un círculo de velas y estampillas de santos, ángeles, Cristos y Marías. Solo había una estatua, la de San Martín de Porres, que cargaba la señora Beatriz Piscoya Delgado.

Don Pedro continuó orando mientras los demás miembros del grupo: Catalino (56), Beatriz (72), Carmen (50), Mercedez (48) y Rosario (45) por cada cinco avemarías rezaban un padre nuestro.

El humo emanado por las velas se fue atenuando cuando de manera intempestiva ingresó a la habitación un evidente olor a azufre que como por casualidad, desató ladridos en los barrios a la redonda. -Ha llegado- Dijo Don Pedro, preocupado. -No dejen de rezar y cierren la puerta.

La anciana tomo aire y comenzó a reír sin parar. De repente, sobre su estómago, sentado, apareció un mono de unos veinticinco centímetros, de color marrón y ojos negros. Los miró a todos y salió corriendo por debajo de sus piernas. Era imposible que saliera pero lo dieron por desaparecido. Bajo la banca en donde se hallaba Carmen, una voz repetía,  burlona, el padrenuestro. Beatriz, comenzó a hablar disparates a la vez que sus ojos se perdían hacia atrás y estuvo a punto de caerse si no hubiera sido por Catalino, su marido, que la cogió a tiempo. Todos se asustaron. Don Pedro los increpó: ¡No dejen de rezar!

El mono reapareció y brincó hacia el vientre de Rafaela. Comenzó a abrirle las piernas mientras miraba a los incrédulos fieles para desaparecer antes que alguno de ellos intentara siquiera apresarlo. 

De pronto, en la puerta principal de acceso a la casa se escuchó el arribo de un caballo. Era el Enemigo. Se manifestaba, también, de esta forma. Todos escucharon cómo los cascos entraban a la casa, cómo relinchaba, y todos sintieron la piel escarapelarse y rezaron más fuerte, como les había dicho Don Pedro.

Catalino, hijo de doña Rafa, no pudo más y salió de la habitación hacia la cocina, envalentonado. Cogió un machete y comenzó a hacerlo sonar contra el suelo, como afilándolo mientras lanzaba improperios para la mala sombra.

En la habitación, Doña Rafa se rendía dormida y las velas se apagaban por el viento que allí entró. Don Pedro sudaba y anunciaba el fin del rezo. Se persignó y luego de pedir a todos que salieran del cuarto, pegó un escapulario de la Virgen de la Medalla Milagrosa en la frente de doña Rafa y regó lo que le quedaba de agua bendita alrededor de la cama. Salió y se sacó la correa del pantalón y acompañó a Catalino con el ritual pagano. Ahora ambos hacían sonar sus armas contra el suelo para espantar al Enemigo.

Los demás miembros de la familia salieron a la calle asustados por lo que habían visto y escuchado, confirmando que no se trataba de una enfermedad sino de una cosa venida del infierno.

martes, 26 de noviembre de 2013

La tienda

-¿A ver?
-"Saludos para Lucho, Pepe, Cholito, y uno especial para Juancito, el popular "Piraña", ja, ja, ja... desde San Juan Bosco... Bueno ahí estaban nuestro saluditos, amigos, y ahora los dejamos con este rico tema de Agua Marina de Sechura, Piura, que dice así..."
-¿A ver...?
-"¡Agua Marina!...."
-Ay, cómo se demora ¡aí!
-"Por qué aún siento tus labios besándome..."
-¿Sí?
-Doña Chayo, buenos días. 
-Buenos días Chelita
-Doña Chayo ¿tiene pan?
-Si hay, Chelita, ¿cuánto?
-Me da un sol de pan.
-Muy bien Chelita.
-¿Y cómo está Don César, Doña Chayo?
-Ya.. Ahí, Chelita, un poco mal, de ayer que se fue al rezo con su grupo de oración, en donde Doña Rafa. La pobre está mal.
-¿Sí? Pero yo la he visto bien ayer, ha conversado conmigo y yo la he visto bien. Qué raro. La Lorena también me ha dicho que está malita pero yo la he visto bien.
-Uy, Ña Rafa está mal, Chelita. Parece que es cosa del Diablo o brujería. Mi esposo ha estado vomite y vomite toda la noche. Yo le dije que mejor no vaya pero no me hizo caso. 
-Pero, qué, ¿cómo así ha sido?
-Ayer, pues, han ido, el grupo de oración, como a las seis de la tarde, por ahí. Han estado don Pedro, don Juan, ña Carmen, la Bea y don Catalino y según dice mi esposo, como que el demonio, o bueno, qué sera, pues ¿no?, se ha puesto malcriado.
-¿Sí? ¿Pero cómo así?
-Dice que bien malcriado es. Dice que han esta'o rezando ahi, pues, no, y... han estado rezando el Padre Nuestro y a la Bea se le ha comenzado a trabar la lengua, y como que se desvanecía. La han tenido que agarrar para que no se caiga. Dice el César que Doña Rafa, que estaba en su cama, estaba con la mirada como perdida, como si no fuera ella. Nada dice ni nada cuenta, para callada. Cuando llegaron, Lorena les sacó unas bancas para que se sentaran allí adentro en el cuarto ahí con doña Rafa, para el rezo ¿no? y cuando han comenzado a rezar el Padre Nuestro, la Bea ha comenzado a decir otras cosas sin sentido, ¿no? así como te estoy contando, que se le trababa la lengua y como que decía cosas sin sentido en pleno Padre Nuestro y debajo de las bancas se escuchaba la voz de alguien que se burlaba, dice.
-Ay, no le creo.
-Sí, fíjate. Bien malcriado es. Que los remedaba, así como si fuera un niño. Pero buscaban y buscaban y nada, no había nadie...
-Ay... qué va a ser... no le creo, ay Diosito, uy, ya ni voy a ir para allá entonces. Ay, Dios.
-Si fíjate, bien malcriado es...
-Ay doñita deme también un kilo de arroz, medio de papa y dos tomatitos...
-Ya.. y así pues, Chelita, como te digo... después, también me dice que cuando la han sentado a la Bea, porque parecía que se iba a desmayar, le han traído agua para que se pueda tranquilizar pero han seguido, no se han asustado porque sino peor es Chelita... 
-Ay señito, ¿qué v'a ser?
-Sí, Chelita, la Lorena me ha contado llorando que Él llega a la casa pero no lo ven.
-¿Quién, el almita?
-No, no es almita, parece que fuera un duende o el diablo.
-Ah, ya,,,
-Sí, dicen que no lo ven, pero que sí lo escuchan que llega a la sala. Dicen que entra en caballo, que se escuchan los cascos que entran por el pasadizo... Pero, mira, la Lorena lo siente, dice que él la quiere ahorcar. Dice que siente unas manos que le agarran su cuello y la aprietan pues. Diosito santo, ¿qué será, Virgencita?
-Ay Dios mio, qué será.
-Deben traer un Cura mejor para que bendiga la casa.
-Sí pues. Ay señito, deme también, deme medio kilo de pollo y un octavito de loche.
-Ya Chelita.
-¿Y ahora cómo irán a hacer?
-Ay, ni sé Chelita, seguro, pues, seguirán con los rezos o cómo harán, no sé.
-¡Mamá, dice mi papá que te apures!
-Ay Kevin, ya, anda a la casa, dile a tu papá que ya voy. ¿Cuánto sería, señito?. Meloso, aí, este mocoso.
-Je, je... A ver... serían.. ¿azúcar no llevas?
-Tengo, señito.
-Ya, serían... ocho cincuenta.
-Ya. Me lo apunta a mi cuenta, señito.
-Muy bien, Chelita.
-Gracias señito.

domingo, 10 de noviembre de 2013

La Casa de los Guillermo Uypan.

Ya nos dieron las tres de la tarde ya. Aquí hace harto calor casi todo el año. Bueno, esta calle se llama: Guillermo de la Flor. No sé quién fue. La canción que está sonando la compuso Don José Abelardo Nuñez. Su primer apellido es Takahashi, y no Nuñez, pero dicen que en la época del Chino Velasco Alvarado, el odio a lo extranjero era tal que Don Abelardo tuvo que quitarse lo japonés y quedarse con lo criollo y vaya que lo hizo. Bueno, esta es la casa de la que les hablaba: muy larga y de adobe, como la mayoría de las casas de por acá. Tiene un segundo piso y techo de calamina. Les cuento que, uy, tremendo susto que me metí cuando un ventarrón levantó y dejó caer el techo de la casa de mi abuela. No, esta no es la casa de mi abuela, la casa de mi abuela es la de allá, entre esas dos palmeras es. Pero no nos desviemos. Vamos a entrar, solo hay que abrir la ventanita, meter la mano, halar la manija de la chapa y alzar un poquito, empujar la puerta y ya. ¡Buenas...! Pasen... Esta es la casa de la familia Guillermo Uypan. Ah... El patriarca era Don Meche, mi padrino, que en paz descanse y de Dios goce. Bueno, yo tengo dos padrinos: mi padrino José, que ahora debe estar en la chacra, y su padre: mi Padrino Meche. Cuando nací, él le pidió a mi papi para que también fuera mi padrino. Dos padrinos en un mismo bautizo ¿se imaginan? Y una madrina, mi madrina Doris. Mi padre aceptó pero no sé cómo hicieron en la ceremonia, yo estaba pequeñito. ¿Y qué creen que me regaló Don Meche, mi padrino? ¡Una ternera! Sí, una ternerita, que solo la conozco por la imaginación, chiquita, temblorosa, blanca, como yo, con manchas negras, como mi hermano. Pero la vendieron para pagar la letra inicial del departamento donde vivimos, en Chiclayo. Bueno, historias apartes, hablemos de la casa: No sé de qué material será este piso pero me gusta su color rojo ocre, es típico por acá, es como un símbolo de la prosperidad. Si no te alcanza la la casa, le dejas el piso de tierra y para que no levante polvo, le echas agua todos los dias. Si te alcanza, usas esto. Pero no toda la casa es así. Más allá van a ver que esto se va a volver cemento mal enlucido y a veces, también,  tierra. Doña Rafa es la esposa de mi padrino. Sus hijas y su nieta Lorena la cuidan bastante, como todo hijo que adora a su madre o a su abuela. Su hijo Catalino es el esposo de mi abuela Beatriz, que vive al frente. Recuerdo que antes, cuando mi padrino Meche vivía, en su cumpleaños traían cualquier cantidad de animales del monte y mataban para dos o hasta tres días. Corría la chicha en jarras de vidria translúcido y que por lo general eran decoradas con líneas de colores rojo, amarillo. También recuerdo una jarra dorada. Lo dorado es lo mejor, y lo mejor para la ocasión, como en aquel tiempo. Ahora ya no es tanto así. Bueno, la escalera va al segundo piso. Lorena, una de las nietas de Doña Rafa, le ha contado a mi tía Dora que desde poco antes que muera mi padrino, arriba, comenzó a penar duro. Creen que allí vive el Chamico, pero si será cierto. Hay un vecino que dice que por las noches ve a un hombre paseándose por el techo de la casa. Yo creo que son cosas de ella. Acá en Ferreñafe la gente cree mucho en la brujería, el curanderismo... Si les contara... Dice que una noche se quedó a cuidar a su abuela porque, como les dije, anda delicada, ¿no les dije? Pero no pudo dormir. Le prendían la luz del cuarto, escuchaba que arriba se daban volantines y apestaba a azufre, pero en el segundo piso no vive nadie. Hace años sí, vivía Nataly, mi amiga, con su mamá, una de las hijas de Doña Rafa. En esa época no penaban, no lo que ahora. Es mejor no subir allí. Este es el comedor. Me gusta la alacena empotrada. Casi nunca la he visto abierta. Me llama la atención sus vasos y copas porque no se ven en Chiclayo. Al menos yo no he visto nada parecido. Tal vez es por lo antiguo que son que me gustan tanto. Ese olor a guardado, eso debe ser. Pero avancemos. Este es el pasadizo iluminado de manera natural por la calamina transparente. Voy a bajar la voz para no despertar a Doña Rafa, duerme después del almuerzo. Estas son las dos habitaciones que hay en el primer nivel. Del otro lado vive la vecina Sabina, una loca. Ya les voy a hablar luego de ella. Aquí dormía Lorena, pero sacó marido, así que ahora lo usan para guardar los sacos de arroz en cáscara. Por eso el olor. En este otro cuarto duerme Doña Rafa. Ña Rafa, buenas tardes. "Hola hijo". Doña Rafa, he traído unos amigos para que conozcan la casa. "Pasen, pasen, hijo. Invítales agüita. Tú sírvete tu chichita, hijo, capaz tus amigos no les guste" Gracias Doñita. "Descansen, hijo" No se preocupe Doña Rafa. Un ratito y nos vamos. "Ya hijito, ¿tu mama 'ta buena?" Si Doña Rafa. "¿Y tu tayta?" ...¿Quién? "Tu tayta, tu papá, ¿'ta bueno?" Sí, Doña Rafa, está bueno, trabajando, como siempre."Ah, ya... Pasen hijo" Gracias Ña Rafa... Está ancianita. ¿Le vieron sus arrugas? Es la mujer con más arrugas que he visto. Espero que no les incomode la tierra. Este es un patio algo simple, muy simple, no tiene nada, como ven, solo estas cachibaches. Es como si partiera en dos a la casa y me gusta porque, ya que no tiene techo, siento como si hiciera que la casa sea más grande. Hacia arriba: lo es. Este es el corral: Aquí crían patos joke, gallinas, pollos de los normales y los pajuilos, esos que tienen el cuello pelado. También hay cuyes, chanchos. Los tienen en ese cuchitril, aislados, para que no anden vagando, comiendo a su antojo y también, y más importante, para que no nos contagien los piques. Son como huevitos que se te meten al pie y luego se te abre un huequito y sale un gusano. Bueno, si no te sale un gusano, te va a salir pus. Es horrible. Doña Rafa es experta sacando piques. La última vez vi que, con una aguja, le sacaba un pique de la punta del dedo gordo a la señora María, su hija, la mamá de Lorena. La vecina del lado de allá, osea, a espaldas de la casa, cría vacas y no recoge el estiércol de su corral. sus hijos deberían de hacerlo por ella. Tienen como diez vacas y a todas las hace pasar por su sala, hasta el corral, al fondo. Así es acá. Bueno, por eso es el olor. Avancemos por favor. Esta piedra es el famoso batán. Mi padrino Meche lo heredó de su padre y este de su padre y así sucesivamente hasta llegar hasta el Sicán Medio seguro, cuando todos vivían en Batan Grande, ja, ja, ja. Está mojado. Seguro que en la mañana doña Rafa habrá molido algo, loche quizá, para el cabrito y alguien, Doña Rafa, Lorena, Doña María quizá, lo debe haber lavado. Se habrán olvidado y lo han dejado a la sombra. Este es el baño. Simple. Esta otra es la ducha. Simple también. Disculparán el olor. Mejor sigamos, por aquí. Esta es la cocina: A mi no me gusta por lo que entra poca luz. Yo estoy acostumbrado a comer con luz, con la luz del sol. Aquí a las justas entra la que rebota por las paredes de adobe desde el corral para adentro. Bueno, más allá hay un par de cuartos más y al fondo, en ese cuadradito que ven en medio de toda esa horrible oscuridad, son las aberturas de la ventanita de la puertita de madera que da para la calle, la calle de atrás. Para allá no los puedo acompañar. Si quieren pasen pero será por su propia cuenta. Me da miedo por lo que está oscuro. Es muy oscuro. Repito, esa puerta que ven allá al fondo da hacia la otra calle. Si quieren vayan ustedes pero yo no, me da miedo.

domingo, 27 de octubre de 2013

La Señora Kathya (Contenido solo para adultos)

Bruno y Carlos de 19 y 18 años de edad caminan por la vereda del Centro Comercial Camino Real, en Lima. Era el año de 1987. Alan García se pavoneaba entre la gente que en su vida había cogido un libro. Carlos y Bruno, apristas, no tenían nada que hacer. En su barrio de Lince, las señoras los creían unos vagos. Y tal vez lo eran.
-Ayer me he cachado a una flaca, huevón.
-Ja, ja. No seas palero. 
-Carlos, créeme.
-¿A quién?
-Espera.

Carlos, aún más flaco por la ropa que le queda de sobra, se detiene para cruzar la calle pues el semáforo está en rojo.
-Este huevón, ¿qué hace allí?
Una camioneta se ha estacionado y Bruno conversa con la mujer que la conduce.

-Sube huevón, sube.
-¿Quién es la tía?
-Sube no más.

Bruno, abre la puerta delantera y da un brinco. Carlos, dudando, abre la trasera, se sienta, cierra y la señora pone en marcha el vehículo. El sol continúa su artístico trabajo sobre las calles que ahora han tomado un tono anaranjado, para cerrar con broche de oro.

-¿Cómo te llamas?
-Bruno.
-¿Y tú?
-Carlos

Por momentos los muchachos se miraban como incrédulos. Ella sonreía mientras guardaba sus lentes Rayban.

-¿Y usted, señora, cómo se llama?
-Ja, ja. No me digan señora. Pueden llamarme Kathya. Así me llamo, Katita para los amigos.
-Kathya, ja, ja. Lo siento, es que...
-No te preocupes, Carlitos.

-Chicos, necesito su ayuda para cargar unas cosas en mi oficina porque me estoy mudando y, pues, no tengo a nadie quien me pueda ayudar.
-Ya.
-Claro, señora... Lo siento, Kathya. Katita, ja, ja.

El móvil se detiene en una casa de dos pisos, blanca, frente a un parque abandonado como el Perú de aquel entonces. Los tres bajan. El aire está llevándose el aroma del aceite quemado que cerró la marcha. Ella abre la reja y les cede el paso. Cierra y se acerca a una hermosa puerta de madera. Abre. El flaco está riendo por los nervios, imaginando su primera vez. Bruno va contando mentalmente las veces que ha tenido sexo con una desconocida. Ninguna.

-Pasen, por favor.

Kathya cierra la puerta. Los mira a los ojos imaginándolos desnudos en medio de luces de flash. Se apoya de espaldas a la puerta. Suelta un suspiro y les dice:

-Chicos... La verdad es que no necesito que me ayuden en nada. Solo los traje porque estoy sola y necesito que me hagan compañía.

Tomó su rumbo a la sala derramando lisura que los muchachos se apresuraron en recoger por las narices y se sentó en un sofá para tres, marrón, aterciopelado. Dejó las llaves de la camioneta en la mesa de centro que tiene dos leones devorando a una cabra, hechos de madera, que hacen juego con el piso parqué. Ella les dice:

-Ven Bruno, tu siéntate aquí (comenzó a tocarlo) Miró al flaco. Y tú Carlitos aquí (ahora a Carlos).

Bruno posa sus manos y piensa: "Qué ricas tetas... sí...". El flaco está asustado. Tiene abierta la boca y sus pupilas se contraen al ritmo de una erección. Kathia solo siente. Mira los cuerpos bruñidos de los dos machos que estuvo buscando toda la mañana y no encontró solo hasta ahora. Se le seca la boca y decide sacarse la blusa verde como sus ojos. Se pone de pie raudamente y apoyada en el hombro de Bruno, se deshace del blue jean. Carlos ayuda a que se quite la braga mientras Bruno, con un solo dedo, hace alarde de su habilidad para remover sostenes. Él gime excitado y de pronto comienza un remolino de besos, agarres e interjecciones nacidas en el reino del placer. Las pieles dejan abierta cualquier posibilidad y el deseo saca una espada para comenzar a penetrarlos, así, de a tres. Entran y salen por todas las formas, hay un carnaval de manos, dedos, uñas, lenguas y miradas lujuriosas. Bocas que besan pezones, y una que devora vergas. La saliva acentúa los siseo y los labios están cada vez más rojos, como las mejillas de Kathita. Los tres gozan arrebatados de moral, en la penumbra de la sala. De pronto ella decide comenzar por Carlitos. Va a matarlo. Piensa "Este primero". El flaco duda, y se pone alerta. Su corazón lleva un buen rato preguntándose lo que pasa allá afuera, donde solo hay murmullos y afirmaciones. "Sí, así Carlitos, así mi flaquito" Bruno no duda en llenarle la boca con un trozo de carne. Carlitos ya no aguanta. Bruno tiene los ojos cerrados y está con otra mujer. Los abre para volver con Kathya. Su respiración lleva un compás marcial. Carlitos gime: "Me vengo". Sal Carlitos, sal, adentro no. "Me vengo, señora, me vengo".

"Bruno, ponte atrás". El flaco se ha levantado del suelo y busca el cuarto de baño. "Kathita, que lindo trasero tienes" "Agárrame así" En la calle, algo lejos, un grupo de personas parece repetir algo. No se escucha bien. "Así, papito, así". Niños gritan, juegan a la pega, en el parque, frente a la casa. "Así, Brunito, así" "Uy, qué rico, sí" Las voces de aquella multitud han llegado: "Dios te salve María, llena eres de gracia, el señor es contigo" "No pares Brunito, así, ay..." "Y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús" "Ay, sí, vente, vente". "Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, amén" Exhalaron en un fuerte y profundo orgasmo. "Ay, ay, ah..." Y comenzaron a besarse manchados por fluidos corporales entre las piernas, abrazados, llenos de olor. "El ángel del Señor anunció a María"... "Y concibió por obra y gracia del Espíritu Santo".

Carlitos, salió del baño peinado. Bruno se ponía la ropa. Kathya encendía un cigarro, aún desnuda. Miró por la ventana la imagen, alejándose, llevada en andas y se persignó. "Alabado sea el Buen Jesús". Carlitos sentía vergüenza. Kathya se sentó y tapó su vientre con un cojín. "¿Y, Carlitos, todo bien?" "Sí señora, Kathya, lo siento, hum." "Este es más huevón. Kathita, en serio que estoy sorprendido, esto es..." "No te preocupes, ja, ja, a mi también me gustó... ¿tienen que hacer algo el otro martes?..." Los muchachos se miraron: "No" "No". Kathya sonrió. "Entonces los espero en la esquina de Javier Prado con Arenales, como a las seis y media de la tarde. Se me hace más fácil recogerlos por allí" "Ya" "Chévere".

Salieron de la casa. Del sol no quedaba nada y Perú sufriría tres años más con Alan García al poder. El motor rugió y en la esquina, flanqueada por dos luces rojas, la camioneta desapareció.