martes, 5 de febrero de 2013

Cuando me enamoré de ti

Era de mañana. El sol pujaba allá arriba y yo esperando a que ella llegara. De pronto una mototaxi con tienda azul. Desde mi ventana vi quién era. Había llegado la hora. Me acomodé lo mejor que pude: pies, piernas, vientre, pecho, hombros, cabello, sonrisa. Corrí a la puerta,  esperé. Llegó. Hola, me dijo y sonrió. Hola, tan emotivo, yo. Pasó, me abrazó, me felicitó. Cerré la puerta, pasa, mudos los dos. Caminamos rumbo a mi habitación. Nerviosa ella, nervioso yo. Prendí mi laptop, tomó su Smartphone. Volteé a verla pero ella no, no me miró. Se concentraba en algo, en Facebook o Twitter, qué sé yo. ¿Qué esperas, muchacho? ¡Bésala! Mi cabeza descendió a un sendero flanqueado por su cabellera como si se tratara de dos paredes negras como la misma oscuridad. Hallé su boca. Me recibió. Sabía a fuerza, sabía a pasión, tenía el sabor de la seducción. Un alto, llegó la advertencia pero el beso continuó. Cuatro labios abiertos por momentos, una cama, aquí se hablaba de amor. Mis manos tomaron sus brazos y la guié a nuestro rincón. No puedo, repetía. La besé y me besó. Posé la primera caricia sobre su cuerpo tan atrayente y ella se dejó. Sonreímos al encuentro de nuestros ojos, ella sudaba, hacía calor. Me paré, abrí la ventana, ¿así está mejor? Otro beso, la misma cama, las mismas piernas, el mismo color. Yo tenía un mes extrañando aquel aroma suyo tan presente en aquel momento. Su mirada, mis sentidos, su tierno corazón y enorme pecho junto al mío. Sonó el timbre, nos escabullimos. Tuvo que irse, pero un día volvió.

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